sábado, enero 07, 2006

La Contra / Eduardo Punset

EDUARDO PUNSET, DIVULGADOR DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
"A más jefes, menos felicidad"


Tengo 69 años y nací en Barcelona, donde vivo. Soy abogado, economista, ex político... y un curioso especializado en la comprensión pública de la ciencia. Estoy casado y tengo tres hijas y cuatro nietas. ¿Ideas políticas? ¡El método científico! ¿Dios? Si existe, se manifiesta poco, dice Daniel Dennet... Publico 'El viaje a la felicidad' (Destino)

VÍCTOR-M. AMELA

- Salud, dinero y amor, ¿son la clave de la felicidad?

- ¡No! No son factores decisivos.

- ¿Quizá el sexo...?

- El sexo es como la música: placeres. ¡Bienvenidos sean! Pero tampoco contienen la clave de la felicidad...

- A ver... Usted, ¿es feliz?

- ¡Yo veo difícil ser más feliz!

- ¡Hombre, pues explíqueme la clave...!

- Hay dos claves básicas: luego se las doy.

- Pistas, pistas: ¿es una cuestión genética?

- Puedes portar el gen de la depresión, ¡pero no se expresará si tu entorno es amable!

- ¿Le leo lo que varios entrevistados me han dicho sobre la felicidad, a ver si voy bien...?

- Y yo le diré lo que dice hoy la ciencia.

- Jollien, paralítico cerebral, me citó a Ramon Llull: "Nosotros, que tenemos la certeza de ser, ¡alegrémonos!"

- ¡Sí! "¡Existo, luego pienso!" Es lo que la ciencia dice hoy, contra Descartes. Es decir: porque hay cerebro, podemos ser felices.

- "La felicidad es una decisión", me dijo el lama budista Songyal Rimpoché.

- Pero una decisión emocional: ¡sin emoción, no hay proyecto, no hay decisión!

- Pero... "somos títeres del inconsciente", me dijo el psicoanalista Murray Stein.

- En un 90%, ¡aunque cueste admitirlo!

- "Si todos fuésemos felices, se detendría la historia", me dijo el escritor Will Ferguson.

- Sí: la diversidad es la música de la vida. Cada cerebro es distinto, y eso favorece la supervivencia como especie. Todos iguales sería igual a ¡todos muertos!

- "La felicidad pasa por no esperarla", me dijo el filósofo André Comte-Sponville.

- La espera como ansiedad... te paraliza. Ante un peligro inminente, el miedo detiene todas tus funciones vitales para concentrarlas en una sola: salvarte.

- El miedo nos salva la vida, vaya.

- Sí, pero el problema es que nuestro cerebro es capaz de imaginar peligros..., ¡y que sólo con imaginarlos desencadena unos efectos idénticos a los peligros reales!

- ¡Qué arma de doble filo, este cerebro...!

- Sí... Esa capacidad de imaginar, de anticipar los pensamientos del prójimo, nos apartó de las bestias.

- "Vence tus miedos... y vivirás", me dijo el psicoterapeuta Antoine Filissiadis.

- ¡Aprende a gestionarlos, mejor! Si yo mandase, dedicaría los tres primeros años de la educación primaria a enseñar a los niños cómo gestionar sus emociones. ¡Es algo primordial! Sólo así podrás ser dueño de ti.

- ¿Y cómo enseñaría esto?

- Les ayudaría a identificar sus miedos, repugnancias, ira, felicidad... Les enseñaría que esas emociones nos hacen humanos, y les enseñaría el placer de la búsqueda, y les enseñaría empatía: ponerse en la piel del otro...

- ¿Qué más?

- La importancia del detalle: "¡Que el bosque no os tape el árbol!" Ah, y que los rituales son útiles, nos ayudan a vivir.

- ¡Que los políticos le oigan!

- La política y la empresa deberían mirar ya a los hallazgos de la ciencia, ¡a los hallazgos del gran neurólogo Robert Sapolsky!

- ¿Qué ha descubierto este Sapolsky?

- Que la felicidad es un gradiente social: cuanto más sometido estás a decisiones ajenas en una escala jerárquica laboral o social, ¡mayor estrés, mayor infelicidad padeces!

- Entre dos altos ejecutivos riquísimos, ¿será más feliz el que mande sobre el otro?

- ¡Exacto! Y cuantas más personas decidan por encima de ti... ¡más estrés, peor salud y menos años vivirás tú! Y esto nos afecta a todos, seamos pobres, de clase media o ricos.

- Pues aquí sí tenemos un problema...


- Sí: a más jefes, subjefes, supervisores, instancias y ventanillas..., ¡menos felicidad!

- Por eso muchos taxistas me dicen: "¡Yo soy mi propio jefe!", ufanos de su estatus...

- ¡Con razón! Seligman lo constató con el experimento de las cinco ratitas: sometidas a aleatorias descargas eléctricas, sólo una disponía de una palanquita para desactivar las descargas de las cinco, ¡y fue esa ratita la que más tiempo vivió de las cinco!

- O sea: para ser feliz..., ¡la palanquita!

- En suma: ser el dueño de tus decisiones y verificar sus consecuencias es una clave básica de la felicidad. ¡Y por eso yo soy feliz!

- ¡Ajá! Pero me hablaba usted de que tenía dos claves de la felicidad: ¿cuál es la otra?

- Que lo que hagas absorba tus cinco sentidos, y que eso que haces desarrolle tus inclinaciones innatas. A mí me pasa eso: ¿entiende ahora por qué yo no puedo ser más feliz?

- ¿Y si uno no sabe qué hacer consigo?

- Ah, por eso desde niños deberíamos disciplinar la concentración, el esfuerzo: la disciplina te ayuda a buscar lo que te gusta, a exigírtelo..., a buscarte tu propia felicidad.

- "Si te comparas, ¡has perdido!", me dijo la cineasta y escritora Doris Dörrie.

- Ja, ja... Esto explica bien por qué las sociedades cuya curva de riqueza crece..., no ven crecer paralelamente su curva de felicidad: ¡nos comparamos cada uno con nuestro vecino, y por eso esta curva permanece estable!

- Siempre estamos pendientes del otro...

- Aquí hay un dato interesante: los cantones suizos que tienen políticas más transparentes, ¡son más felices que los otros! O sea, ¡confiar en el prójimo genera felicidad!

- Ahí queda mucho terreno por avanzar...

- Y es urgente, porque hoy se sabe que el estrés que provoca un poder injusto... ¡se transmite a la descendencia del oprimido!

- ¡Es como una maldición! ¿Se atrevería a formular su propia definición de felicidad?

- Felicidad es la ausencia de miedo.

- ¡Y quizá el mayor miedo sea a la felicidad!

- ¡Seguro! La esquivamos, la posponemos para otro día... Para el más allá...¡Qué locos!