miércoles, enero 04, 2006

Vienen del lejano oriente

También pensaba titular este post como reyes darketos, pero al caso es lo mismo. Me encuentro ahora en las viscicitudes de ser y acompañar a los reyes magos. Cada año, como si no fuera suficiente con la cuesta de enero, los que tenemos hijos, sobrinos, entenados o algo similar, nos damos a la tarea de seguir con la tradición muy mexicana de los reyes magos -ahora con la desventaja de la globalización se concentran los gastos en menos de un mes, el 24 de diciembre tiene que venir santaclos o como dicen las abuelitas santoclos, y el 6 de enero los reyes. He de decir que no me fue mal en ambos casos, compré con antelación los juguetes de los niños y todavía no están en edad de exigirme su Xbox o su game boy, aunque ya me se de memoria la muñecas y monitos de caricaturas que en aras de la mercadotecnia tienen su respectivo personaje en los aparadores.
Pero bueno, lo que en realidad quería relatar es el hecho constatable que hasta en las realezas hay clases. La mayoría de los mexicanos -y evidentemente excluyendo a los integrantes de maná- lo más cercano que hemos estado de la realeza si no conocimos a Letizia en su estancia en nuestro país, es la foto que alguna vez en la vida nos tomamos con los reyes magos; en mi época infantil, era tradicional ir ex profeso a la Alameda para tomarse la foto con santoclos o los reyes, con un escenario de fondo hecho de cartón y pintado por un artista anónimo que nos daba su versión del lejano oriente o, en su caso, de paisajes nevados. En realidad mi familia nunca fue asídua de esas costumbres chilangas, yo nunca creí ni me inculcaron que esos señores con disfraces desgastados y barbas hechas de algodón zum eran los míticos personajes, por lo que nunca les pedí regalos y siempre veía con recelo eso de que se sentaran en sus piernas a las niñas ya creciditas y si la mamá estaba todavía de buen ver y se dejaba, pues de paso también.
Esa tradicional visita anual a la Alameda fué abrutmente cortada por la administración perredista de ese comunista y descreído del peje que sin pensar en los efectos que pudiera causar en las infantiles mentes de los niños metropolitanos, mando a santoclos y los reyes muy lejos (directo a la explanada del monumento a la revolución). De entrada hay que observar que no es lo mismo ir a la escasamente arbolada pero pintoresca alamenda, -ahora convertida su acera sur por lo menos en VIP, donde se vería mal a la runfla de mocosos frente al Sheraton- que la explanada de lo que iba a ser el palacio legislativo del porfiriato, desde entonces ese predio quedó maldito por un extraño halo, mismo que se incrementó con la ubicación de la SIEDO y demás oficinas de la PGR de ayer y de hoy, con todo lo tenebroso que eso representa, aunado a los bares, table dances ubicados en sus cercanías y al abandonado frontón México.
Con el tiempo y fascinados con la estructura del monumento en cuestión se vieron atraídos jóvenes darketos que pernoctaban en esa explanada y hacían ahí sus eventos musicales, recuerdo hace lagunos años un memorable concierto marginal entre muchos de los ahí celebrados.
Pues bien, ahora en esa misma explanada se ubicó una feria, un tianguis de juguetes y los multimencionados personajes. El pasado jueves pasé por ahí como a medio día y a más de desolado se veía lleno de basura, las calles convertidas en estacionamiento permanente con guacaras y meados de borrachos tras los autos y remolques que sirven de vivienda a los comerciantes, ví a a varios tipos tomando cerveza y un gordo limpiando su puesto (seguramente en unas horas los mismos se convertirían en reyes magos) y una ñora con su su hija y supongo su nieta preguntando si podían poner en marcha un carrusel devencijado para que se subiera la niña, a renuencia de la madre.
Después ese mismo día en la tarde venía escuchando en el carro un noticiero en el que el reportero vial se desvivía en describir lo animado y fantástico espectáculo de la feria de reyes en el monumento a la revolución, seguramente el lugar se había transformado mágicamente con el caer del sol, donde se podían adquirir juguetes, degustar algún antojito y tomarse la foto por la módica cantidad de treinta pesos.
No quiero ser pretencioso (aunque en esta ocasión es inevitable) pero también por casualidad el pasado fin de semana fuí a un centro comercial del sur de la ciudad con la familia, fuimos exclusivamente a pagar una tarjeta, pero nos quedamos en el cine y en un almacén vimos también a los conocidos reyes, sólo que en esta ocasión en verdad creo que fueron los originales, el Baltazar era un auténtico afroamericano, supongo, el Melchor -creo- era un tipo extranjero, no hablaba español muy bien y sus barbas eran naturales y el Gaspar un gordito, ese si se veía mestizo pero de barba natural y por alguna razón era el único que no hablaba, todos adecuadamente vestidos con túnicas originales y finamente bordadas; y por si cupiera alguna duda montaron un espectáculo en el que bailaban al ritmo de música arabesca para después tomarse la foto con el que se dejara por la módica cantidad de 120 devaluados pesos mexicanos además de recibir las peticiones de los niños y darles algún regalito en ese momento.
Lo dicho, hay de reyes a reyes, no es lo mismo el rey Pelé al Rey Juan Carlos, ni el príncipe de la canción al príncipe Carlos.
P.D.
A los que no tienen hijos o les sobra lana sólo me queda exhortarlos a hacer su respectivo donativo al juguetón, lleven su pelotota a tv Nazteca para calmar a las sanas conciencias, JE JE.