miércoles, febrero 08, 2006

Faltan 18 días

Anoche hubo junta de vecinos. La razón: protocolizar la contratación de la empresa de administración. La misma que se encargará de los asuntos comunes del edificio, por ejemplo, la seguridad, la limpieza, el mantenimiento de las instalaciones, el control de los ingresos, el manejo de los recursos. Reunión en el estacionamiento. Semicírculo en el que los interesados nos agrupamos en una especie de asamblea que rememora a las primeras discusiones abiertas sobre los temas públicos. Tal y como sucedió en los países escandinavos hace cientos de años. El origen de los parlamentos modernos, de acuerdo a On Democracy de Robert Dahl. He aquí algunas consideraciones extraídas de la junta de anoche.

a) Las discusiones sobre temas comunes suelen alargarse indefinidamente. Todos tienen algo qué contar, algo qué preguntar, algo qué expresar, algo qué inconformar. No importa que los asuntos ya se hayan tocado una, dos, tres, ene veces. El punto es alzar la voz para decir: aquí estoy, soy tal y quiero hacerme presente. Los aspectos verdaderamente importantes de la agenda siempre son relegados a ser considerados de manera rápida, tangencial y superficial al término de las juntas, cuando ya todos están cansados y fastidiados por tanta plática redundante, cuando el tiempo se ha agotado en repetir, una y otra vez, lo que ya se había comentado en las últimas reuniones. De esta forma, lo que era urgente decidir es en lo que menos se ha discutido.

b) La mayoría de los inquilinos tienen una irresistible tentación a dejar en claro que son chingones. Lo pongo así porque es la palabra que mejor resume el afán de nuestros vecinos: demostrar que son chingones. Entiéndase esto como una manera de decirnos: hey, yo soy tal y soy... (aquí poner cualquier profesión que se les ocurra, por ejemplo, banquero, contador, abogado, auditor, arquitecto, ingeniero civil, trabajador de la Universidad, funcionario público, modelo, publirrelacionista, entre otras) y, claro, soy chingón. La clase media mexicana arrastra fuertes complejos de inferioridad que los hacen destacar, a toda costa, el hecho de que ellos no son iguales a los demás porque, en primera, estudiaron algo, y en segunda, desempeñan su actividad de manera verdaderamente sorprendente. Es decir, ¡que no estamos conviviendo con cualquier pelagatos! No. Por supuesto que no. Estamos frente a verdaderos portentos de la banca, de la contabilidad, de la jurisprudencia, del manejo de las relaciones públicas, de la arquitectura, del trabajo social, de la vida social, de los temas de la vida y de la muerte. Perfecto. Nadie tiene el derecho a coartar la ambición de la gente. Pero, la pregunta que surge ante esto es, bueno, y si son tan chingones, ¿qué hacen viviendo en una colonia de clase media de la delegación Benito Juárez? Digo, ante tanto talento lo menos que podríamos esperar es que habitaran en Bosques, en Lomas, en Polanco, de mínimo en la Condesa o en la Del Valle. No me queda clara esta ambivalente relación costo-beneficio.

c) Vivir en un edificio de interés social --y me imagino que en cualquiera, de hecho-- implica entrar en el ojo público, ser el potencial blanco de cualquier comentario mordaz o, en su defecto, de ser el verdugo de los demás. La dualidad, la dictomía (casi al estilo ying-yang). Por un lado, puedes enterarte y criticar acremente la existencia y los usos y costumbres de los demás. Pero, con esa misma saña que tú opines sobre la vida y obra de tus coterráneos, así también tú te puedes convertir en el tema de conversación de los mismos. Ayer, por ejemplo, un vecino comenzó a malviajar a "alguien" que le había dejado un recado sobre su coche. Ese "alguien", dijeron, vivía en el piso tal. Si es verdad esto, se ha tratado de C. Conozco al tal C. y, de entrada, me ha parecido todo menos la persona artera que pone su coche en un lugar que no le corresponde y, además, que se da el lujo de poner un recadito justificándose sobre el parabrisas. Repito, al menos eso me ha parecido a primera vista. Pero, precisamente ayer que no acudió a la reunión, la culpa ya estaba pendiendo sobre su cabeza. Un botón de muestra de lo que puede ocurrir cuando no estás para desmentir o confirmar lo que se diga de tu persona en la arena pública.

d) Uno de los vicios que ha dejado la democracia en la gente es una sobreutilización, exagerada y sistemática, de los instrumentos legales de convivencia. ¿Qué significa eso? Que todos saben que hay que alegar conocer la ley para tratar de imponer su voluntad. Algo que podemos responsabilizar a los procesos de democratización reciente, pero también a la herencia semiautoritaria priísta. Me explico: el sentido común, el criterio y la sana convivencia se trastocan a la menor provocación por una beligerante e irreflexiva dependencia de "la ley", de "el reglamento". Todos quieren sostener sus opiniones al amparo de leyes que, al parecer, ni conocen ni han leído. Pero, con la finalidad de no parecer imbéciles, siempre intentan aderezar sus comentarios con frases complementarias del tipo "porque así lo dice la ley" o "así viene en el reglamento". No soy abogado (de lo cual me enorgullezco, lo siento Paco, pero es cierto), pero dicen los que saben que, para que el marco jurídico sea funcional, debe componerse de la menor cantidad de reglas y normas. Es decir, entre más complicado y más complejo el entramado jurídico, la gente, es decir nosotros los mortales que no entendemos mucho de la jurisprudencia, menos caso le hacemos. Bueno, pues lo que pasa en la realidad es todo lo contrario. Existe una fuerte tendencia a querer normar todo, a querer establecer, a detalle, la vida de las personas a través de artículos, fracciones, incisos y transitorios. Al final, todo se vuelve más complicado e ininteligible, cuando de lo que se trata es de fijar ciertas normas básicas de convivencia, basadas en la costumbre y el criterio, para que la vida fluya, para que no nos atoremos en interminables discusiones e interpretaciones de la ley. Pero, el chiste parece que es: entre más veces diga "ley" dentro de mi discurso, más creíble será ante los demás. Lo cual me parece una verdadera jalada (y si no, escuchen o lean las disertaciones de Roberto Madrazo en su campaña, en las cuales queda claro que quiere ser el paladín de la legalidad aunque su legitimidad esté por los suelos).

Por lo demás, todo va muy bien en nuestro hábitat.

Y vio el burócrata que era bueno.