viernes, agosto 18, 2006

El dilema del PRD

Jorge Chabat
El Universal
Viernes 18 de agosto de 2006

A 17 años de su fundación, el Partido de la Revolución Democrática se encuentra en la encrucijada más complicada de su historia: jugar a la institucionalidad, a las leyes y a la competencia democrática o jugar a la movilización, al rechazo a la legalidad y las instituciones. En pocas palabras, el dilema es circular por la carretera de la democracia o irse por la libre, a campo traviesa. Y esta es, de alguna forma, la encrucijada que ha enfrentado la izquierda durante años.
Durante décadas, la izquierda mexicana compitió por la libre, desdeñando las formas institucionales y soñando con la toma del poder "a la cubana", "a la china", "a la soviética".

Finalmente, en los 80, se integró a la legalidad y, a pesar de los obstáculos iniciales, ha venido escalando posiciones y adquiriendo influencia, al grado que hoy es la segunda fuerza electoral del país. En cualquier parte del mundo ese sería un motivo de celebración. Sin embargo, no lo es. Y la razón es muy simple: Andrés Manuel López Obrador no permite la celebración porque, al parecer, él no ganó la Presidencia.

Y si no ganó él, no hay motivo para celebrar. Ello no sería relevante si no fuera porque esto sugiere que el PRD se estaría definiendo cada vez más por la vía extrainstitucional. Lo demuestra no sólo con el secuestro del Paseo de la Reforma o con el cerco frustrado a la sede del Congreso: lo demuestra de manera contundente con su descalificación a todas las instancias legales encargadas de la elección. Ello no sería grave si no fuera porque más allá de estas instituciones no hay nada más.

El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación es la última instancia legal. Después de éste sólo queda la acción directa, en el filo o francamente en la ilegalidad.

Y tal parecería que esa es la apuesta: jugar a la ilegalidad, a pesar de que el discurso oficial del PRD dice que no. ¿Y qué es, si no, la ocupación de la principal avenida de la ciudad de México o la toma de casetas de peaje con lo cual se pierden ingresos para el gobierno? ¿Y qué es, si no, el uso de grupos que operan en la ilegalidad, como ambulantes o taxis piratas? ¿Y qué son, si no, los nexos con grupos violentos como los Panchos Villa o los del CGH?

El argumento de buena parte de los perredistas es que, dado que el gobierno mexicano actúa en la ilegalidad, se vale también actuar en la ilegalidad. Y para ello se mencionan las matanzas de Acteal y Aguas Blancas, ante lo cual uno se pregunta ¿qué tiene que ver la gimnasia con la magnesia? También se argumenta un fraude en las elecciones pasadas, lo cual, se dice, da derecho a hacer todas las acciones ilegales que se quieran. ¿Qué responder frente a estos argumentos? La verdad es que no hay mucho que decir. Si la no aplicación de la ley por parte del Estado fuera una autorización para violarla, creo que este país sería algo así como el viejo Oeste antes de que llegara el Marshall Dillon.

Cierto, hay estados y momentos en la historia en los cuales la legitimidad se deteriora tanto que, en efecto, se construye una legitimidad alternativa y una buena parte de la población busca cambiar gobiernos de una manera directa y extrainstitucional.

La pregunta aquí es si estamos en tal coyuntura. Para el PRD es obvio que así es. Para la mayoría de la población, que condena las acciones de "resistencia civil" del PRD, no es así.

Hasta ahora el PRD ha venido jugando en los dos carriles: el de la legalidad y en el de la ilegalidad. ¿Hasta cuándo podrá mantener esta esquizofrenia? ¿Hasta cuándo seguirá jugando a ser gobierno y oposición al mismo tiempo? ¿Hasta cuándo jugará a ser autoridad y delincuente al mismo tiempo? ¿Hasta cuándo seguirá invocando la ley y la democracia cuando les conviene y violando la ley cuando no?

Esas son las preguntas que el PRD debe resolver pronto o la historia los ubicará, cada vez más, fuera del juego democrático. Si el PRD continúa jugando este doble juego, su futuro electoral es poco prometedor. Las encuestas sobre el apoyo de la población, después de las protestas de AMLO y su equipo, demuestran que éste ha venido cayendo de manera estrepitosa.

En otras palabras, si el PRD quiere seguir compitiendo en la arena electoral, en la "democracia burguesa", no puede seguir jugando a hacer la revolución en las calles al mismo tiempo. Ahora bien, si el PRD decide volver a sus orígenes y jugársela por "la libre", ya podría ir renunciando a su registro como partido y al financiamiento que le otorga el "IFE delincuente" e irse a la sierra a preparar la revolución. Esa es una opción que muchos en ese partido aplaudirán.

Sin embargo, habemos muchos mexicanos que lo lamentaremos. El sistema de partidos en México necesita de una izquierda creíble y democrática. Desgraciadamente, tal parece que el PRD no quiere desempeñar ese papel.

jorge.chabat@cide.edu

Analista político e investigador del CIDE