Crisis en el barcelonismo
Hoy, entre cabeceos y con una pésima señal televisiva, la cual fue extraida de una antena de conejo comprada --imagino-- en el Eje Central, pude observar el final del encuentro Liverpool versus Barcelona por los octavos de final de la Liga de Campeones de Europa. Los Reds contra los Blaugranas en el Camp Nou. El resultado ya lo saben: 1-2 a favor de los anglos.
Los diarios catalanes no espabilan después del silbatazo final del árbitro. Mencionan que la derrota se ha debido a "dos errores". Uno de ellos, quizás el más importante porque ha significado la pérdida y no el empate, se ha debido a... Rafael Márquez. En efecto, La Vanguardia, que es un medio serio y barcelonista, ha señalado que un mal despeje del ex Atlas ha permitido a los británicos alzarse con la victoria.
De acuerdo. Pero, ¿y qué me dicen del tal Ronaldinho? Lo poco que he podido ver del partido no ha lucido como debe hacerlo una estrella por la cual se ha pagado un montón de euros y, sobre todo, que por su condición de icono está llamado a sacar la casta en los momentos difíciles. No le exigiría tanto a los argentinos Saviola y Messi (sobrevaluados, desde mi punto de vista), sino al carioca de la amplia y prominente sonrisa.
Los comentarios que han hecho los lectores a la nota mencionan que el que se debe ir es Rijkaard, al cual tachan de ser un técnico que funciona sólo cuando el equipo va bien (algo como lo que afirmo le sucede a Ronaldinho). Quizás. Pero lo que sí es un hecho es que los ciclos se cumplen y que este Barcelona puede llegar al ocaso de lo que alcanzó su cénit el año pasado: el parnaso del fútbol mundial (a pesar de que no ganaron la Intercontinental disfrazada de Mundial de Clubes contra el Internacional de Puerto Alegre en Japón).
Desde mi leal saber y entender, la debacle comenzó desde que pusieron el anuncio políticamente correcto de Unicef en el bello jersey azulgrana de los catalanes.
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