Yo realiteo, tú realiteas

Por estos días se está realizando un concurso en internet con formato de reality show en el que varios aspirantes a escritores compiten por un premio (50 mil pesos y la publicación de alguna obra). El asunto se llama Caza de Letras y lo alberga --oh, madre generosa-- la Universidad Nacional a través de la Dirección General de Publicaciones de Difusión Cultural.

El otro día ingresé para ver cómo iba el asunto --sobre todo porque un colega mío está entre los finalistas-- y tal incursión me dio para algunas reflexiones, las cuales pongo a su consideración ahora.

a) La cosa va un poco --o un mucho, creo yo-- a lo que suele hacer Alberto Chimal en su blog personal, es decir en montar como una especie de taller literario virtual en el que se pone a prueba a la gente para completar un cuento, escribir una historia y tal. No conozco las publicaciones de Chimal --a él sí lo he visto un par de ocasiones en directo, la primera en la presentación de un libro en el que aparezco y la segunda sobre Bucareli-- pero me da la impresión de que con estos actos este personaje se ha vuelto famoso aún antes que por su propia obra.

b) De los jurados --tres-- el que me parece más sólido es Álvaro Enrigue. De hecho, forma parte de los comités de redacción de algunas publicaciones importantes como Letras Libres y del recién formado Cuaderno Salmón, en el que también participa ese niño terrible de la crítica literaria que se llama Rafael Lemus.

c) Como se trata de un concurso tipo reality, desde mi punto de vista tal situación genera una pérdida de consistencia y solidez. ¿A qué me refiero? A que más que opinar sobre la validez y la eficiencia de los textos presentados por los autores, la gente que ingresa ahí suele vincularse con alguno de ellos a través de los sentimientos. No importa que algún ejercicio sea débil, lo realmente valioso es mostrar la fidelidad hacia un personaje por motivos no estrictamente literarios. En otras palabras, que yo escojo a un favorito y con él me voy hasta el final, no importa si es malo o peor. Lo que importa, al parecer, es que me haya caído bien o a la capacidad del autor para dar una imagen que puede o no ser reflejo de él mismo.

d) Al respecto, en los comentarios que los visitantes dejan en los blogs de los participantes lo que predomina es el aplausómetro. Me parece que esto no es del todo bueno porque mina la intención del concurso, el cual es, a saber, generar cuadros literarios de calidad (o al menos eso es lo que yo entendí). Entonces, el halago fácil, la crítica inexistente y la caravana a la menor provocación acercan a los participantes más a figuras como "El Doc", "La Mapacha" o "El Pato" (antiguos y efímeros héroes televisivos sacados de los realities originales) que en, por ejemplo, algún seguidor de Borges (un autor que es como fetiche tanto para los jurados como para los participantes en dicha competición).

e) Además, a esto colaboran los propios concursantes quienes a todo suelen responder sí, mil gracias, seguiré trabajando durísimo y tal. Es decir, a una falsa modestia en la que no se conocen las verdaderas intenciones ni la personalidad de los mismos. Ergo, lo que está "vendiendo" no es la producción literaria, sino una especie de mercadotecnia de sí mismos.


En general, estos son unos comentarios muy breves y realizados con la información que poseo hasta el momento.

Espero que el asunto se ponga un poco más interesante y que más adelante veamos una metamorfosis de lo políticamente correcto para dar paso a las intenciones reales de los concursantes. Sobre todo cuando se acerque la hora de la verdad, ésa en la que la competición se torne feroz y lo que predominen sean las teorías de supervivencia de Darwin y no el catálogo de actitudes sugeridas por tipos como Cornejo (Miguel Ángel, quiero decir...).

Vayamos en paz.