Así habló Maximiliano
Así como los culturosos --y sus aprendices-- tienen sus héroes particulares, los cuales van desde lo sublime hasta los que francamente son ídolos de barro y becerros de oro, dioses menores de oropel y quita-pon, el funcionariado público también posee lo suyo. En este espacio he dejado constancia de que uno de ellos es el gran Karl Emil Maximilian Weber, mejor conocido como Max Weber.
Una de sus gratas enseñanzas ha sido la argumentación que ha dado sobre la importancia de la burocracia, la cual recreamos a continuación:
"A esta tendencia se opone (se refiere a la de los cazadores de cargos dentro de la administración pública), sin embargo, la evolución del funcionariado moderno, que se va convirtiendo en un conjunto de trabajadores intelectuales altamente especializados mediante una larga preparación y con un honor estamental muy desarrollado, cuyo valor supremo es la integridad. Sin este funcionariado se caería sobre nosotros el riesgo de una terrible corrupción y una incompetencia generalizada, e incluso se verían amenazadas las realizaciones técnicas del aparato estatal, cuya importancia para la economía aumenta continuamente y aumentará aún más, gracias a la creciente socialización" (Max Weber, El político y el científico, México, Colofón, 1996, p. 21).
Palabras que nos hinchan el orgullo, sin duda. Sin embargo, cuando volteo a mi alrededor como que la carga de la realidad se hace bastante pesada.
Ayer hablaba de algunas de las chicas que ejercen funciones secretariales y de sus usos y costumbres. Bueno. Pues una que se me ha olvidado es la que está asignada a la DG.
No tendría absolutamente ningún reproche a no ser por un pequeño detalle: cada vez que se acerca es como si se destaparan los sellos apocalípticos y las trompetas anunciaran que ha llegado el tiempo de las lunas rojas y el rechinido de dientes, como bien lo apuntó en su momento San Juan.
En efecto, esta señora tiene la pequeña dicha de ser el salvoconducto de los anuncios de las vacas flacas, de ser agorera del desastre y portavoz de las calamidades. Uno puede estar bien todo el día, toda la semana, todo el mes y hasta casi todo el año, pero cuando escuchas su taconeo aproximarse sabes que estás marcado, casi como lo hace la mafia con aquellos que saben demasiado y deben dar un paso al costado.
Así, cuando la ves en tu lugar sabes que algo o anda mal o ya francamente está putrefacto. En fin. No podemos responsabilizar a esta persona por los nubarrones en el ambiente. Sin embargo, de lo que sí podemos hacer escarnio es de su probada capacidad para no dar de manera correcta los recados.
Me explico. La susodicha llega y te anuncia, dice el DG que tal y tal y tal. Sus explicaciones siempre son débiles y basadas en suposiciones o en recados que siempre, siempre tienen notas al pie aderezadas con la simpática frase de "o algo así". Entonces, además de ejercer las veces de ave de mal agüero, sus mensajes suelen llegar incompletos, difusos y, por lo tanto, retrasan lo que de por sí ya lleva prisa en su despacho.
El planeta se puede estar cayendo a pedazos, pero a las 16.00 horas ella coge sus cosas, se monta en su Civic y se va.
Ventajas de pertenecer a ese gremio.
¿Qué hubiera hecho el viejo Maximiliano?
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