(Po) Ética
Acabo de leer en la sección de cultura de El Universal que uno de mis héroes de carne y hueso estará, al mismo tiempo, muy cerca y muy lejos.
En efecto, el día de hoy, septiembre 13 de 2007, año dos luna tlapalole de la era del Sexto Sol, a las 19.00 horas en la Biblioteca José Vasconcelos, sito en Plaza de la Ciudadela número 4, se realizará un homenaje a Enrique Krauze por sus 60 años y, entre los invitados a disertar sobre el tema, estará el Dr. Guillermo Sheridan.
Cuando leí el anuncio me dije, perfecto, ya tengo algo que hacer por la tarde y, mejor aún, me queda cerca. Sin embargo, hoy es día de clases. Mmmmm. ¿Merecerán los estudiantes renunciar a este acto? Por un momento lo dudo. Pero como no se trata de un asunto de merecimientos o graciosas concesiones, sino de responsabilidad laboral y ética (órale), me he resignado a dejar pasar esta oportunidad de verlo y pedirle que me firme sus libros que tengo (algunos, no todos).
En fin.
Esto me ha recordado un capítulo medio enredado que experimenté durante una evaluación en ese sistema de ingreso meritocrático a la Administración Pública Federal que se llama trabajaen.gob.mx. Resulta que hace un tiempo fui llamado a presentar un examen y, dentro de los requisitos que me señalaron, estaba llevar la cédula profesional que acreditara mi grado de estudios. Entonces, lo que hice fue tomar la de maestría y presentarla como tal. Sin embargo, los funcionarios que estaban a cargo de la revisión de la documentación dudaron al verla y, por esta razón, acudieron a su jefe. El problema era que en la convocatoria (no en mi notificación) decía que el nivel de estudios requerido era la licenciatura y, por lo tanto, al ver la de maestría como que no les cuadraron los datos.
Entonces, arribó el patrón y dijo, no, tienes que traer la de licenciatura. Yo respondí que sólo llevaba la otra porque no lo especificaba el correo que me habían enviado. Pues no. La convocatoria aparecida en el Diario Oficial era muy clara y pedían li-cen-cia-tu-ra. Además, el correo del cual tomé la referencia había sido una “cortesía”. Así, aunque fuese doctor o post doctor o Premio Nobel, lo que importaba era mi tarjeta verde que dijera “Licenciado en…”.
Ante esto como que nos enfrascamos en un semi-debate. Me dijo que yo, como politólogo, sabía que los requisitos de una convocatoria debían cumplirse al pie de la letra. Yo refuté diciendo que él, como abogado, sabía que después de la licenciatura seguía la maestría. Total que ninguno cedió y tuve que ir a por mi otro plástico (más bien, yo fui el que cedió).
Moraleja: lo que debe hacerse es lo que está agendado como prioritario (al menos dentro del pensamiento burocrático). Ergo, hoy me pierdo a Sheridan (Krauze realmente no me importa mucho y, además, ya lo he visto en otras conferencias) y voy a la Universidad a contribuir a la educación de las nuevas generaciones.
Pero, como dijo el titular del Poder Ejecutivo de California, I’ll be back.
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