El día después de ayer
Un viernes de quincena post día del amor y la amistad. Por las calles se experimenta un tráfico más intenso que el común de la semana laboral. Muchos traen cara de resaca por las celebraciones de anoche. No me refiero a una intensa ingesta de alcohol, tabaco y estupefacientes, sino más bien a la lubricación y fricción de los cuerpos, al viejo intercambio de fluidos corporales (aunque sea nada más baba). Sin embargo, la motivación de recibir un tanque de oxígeno directo a la billetera ha animado a varios de estos soldados de Cupido a arrastrar sus pasos hasta esta oficina pública. Así, temblorosos y adoloridos, ahí estaban todos formados en la fila del ATM a las 09.30 horas.
Al menos este año nadie ha dado señales de querer organizar el clásico intercambio de regalos ni jugar al amigo secreto y tal, sobre todo la secretaria que no hace realmente mucho durante todo el año, pero que es como particularmente inquieta para la cuestión fiestera cuando se avecina alguna conmemoración por pequeña que sea. Creo que estas son prácticas que bien podemos ubicar en el periodo del PRI-cámbrico tardío, aunque también ocurren mucho en la iniciativa privada, por lo que he podido observar.
La clase de anoche lucía semi vacía al principio. Después, uno a uno fueron llegando la mayoría de los estudiantes. La parvada que se sienta en la extrema derecha de plano ni se asomó. Mi política siempre ha sido que con un alumno sentado es suficiente para arrancar la sesión. Sin embargo, anoche era un tema bastante atractivo y sí me interesaba que estuvieran presentes casi todos (hablamos sobre el viejo Maquiavelo y su obra). La buena nueva fue que, al final, sí hubo quórum, aunque tuvimos que avanzar en medio de un salón decorado de globos azules en forma de estrella y cajas de chocolate engalanadas con listones rojos.
Este fin de semana quiero ver una película que recién han estrenado ayer y que trata sobre unos ladrones mexicanos recluidos en celdas como Lecumberri, actual Archivo General de
Por cierto, en estos días también arranca la feria del pueblo, la cual se acompaña cada tres años de la subida al poder de un nuevo ayuntamiento. Imaginen el cuadro: la fiesta religiosa de la comunidad, aderezada por los festejos paganos de la nueva –o reciclada—clase política que toma las riendas. Un bonito cuadro costumbrista que bien puede competir de tú a tú con filmes como Calzonzin Inspector o
Cierro esta publicación escuchando You can’t always get what you want de los inmortales Stones, pero en la versión de Ituana para el álbum Bossa N’ Stones 2 (no está tan bueno, pero sus canciones son digeribles para un viernes soleado por la mañana).
1 Comments:
La feria es la feria!
jajaja
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