jueves, abril 24, 2008

Atrapados en el 2006


Los aztecas pensaban que la historia era circular. Que daba vueltas en lugar de moverse hacia algún lado. Y tal vez tenían razón.

En México damos vueltas en torno a los acontecimientos históricos. Y la historia se repite y se repite. Seguimos atrapados en el pasado. Seguimos atrapados en los acontecimientos históricos.

Todavía nos pesa la conquista española y gritamos “Viva México y mueran los gachupines” cuando se menciona a Mouriño y familia. ¿Y qué decir de 1848? Todavía seguimos culpando a Estados Unidos de todos nuestros males por la pérdida de los territorios del norte. También rescatamos a Juárez y la Reforma cuando se habla de que los sacerdotes participen en política.

Y cuando a alguien se le ocurre pensar en siquiera discutir algún artículo de la Constitución de 1917 sacamos a relucir la Revolución Mexicana. Y también seguimos atrapados con la matanza de 1968 que todavía impide que los gobiernos mexicanos apliquen la ley con la fuerza pública, pues eso equivale a “represión”.

¿Y qué tal con las elecciones? Los fraudes históricos todavía forman parte de la conciencia colectiva: desde el fraude a Vasconcelos hasta el fraude a Cuauhtémoc Cárdenas. Y para alguna parte de la población también el extraño y personal “fraude” de 2006, que se le hizo a López Obrador aunque no a los diputados y senadores. Pero ahí seguimos. Atorados con la historia. Dando vueltas en el mismo lugar. Peleándonos con los fantasmas del pasado.

Más de alguno justificará la obsesión con las elecciones de 2006. Hay sin duda una parte de la población que está convencida que a López Obrador le robaron la Presidencia. Llevamos ya casi dos años discutiendo eso y podemos seguir el resto del siglo en lo mismo.

Sin embargo, el construir toda una estrategia política sobre ese supuesto es un callejón sin salida. Aun suponiendo que dicho fraude existió, el bloqueo sistemático al gobierno de Calderón da satisfacciones sicológicas pero no ganancias políticas. Puede ser una actitud digna no reconocer al “espurio”. Ello puede complicarle la vida a Calderón pero la verdad es que tampoco ayuda ni a López Obrador ni al PRD, el cual está “así” del precipicio.

Seguir atrapados en el 2006 impide ver el 2009 y el 2012 y el 2015… El filósofo estadounidense James Freeman Clarke decía que un estadista piensa en la próxima generación en tanto que un político en la próxima elección. Tal vez habría que añadir que un político mexicano en realidad no piensa en la próxima elección, sino en la elección pasada. Al menos ese parece ser el caso de López Obrador y sus seguidores. La meta no es ganar el 2009 o el 2012: la meta sigue siendo ganar el 2006.

La obsesión con los abusos, reales o supuestos, del pasado tiene sin duda un impacto directo en el tipo de juego que un actor político lleva a cabo. El convencimiento de que ocurrió en el pasado algún abuso define una estrategia en la cual lo que menos importa es respetar las reglas del juego. El convencimiento de que se perdió el campeonato de futbol por culpa del árbitro es la justificación para jugar fuera de la cancha.

Y eso es lo que están haciendo AMLO y los radicales del PRD: juegan fuera de la cancha, tal vez con la esperanza de que la liga de futbol colapse y se instaure otra liga donde ellos puedan ser los campeones.

En un sistema democrático consolidado, quienes juegan fuera de la cancha están condenados a la irrelevancia política: al final no tienen ni puestos en el gobierno ni presupuesto, lo cual los vuelve marginales. En México no está claro que ello vaya a ocurrir de manera automática.

Seguramente en 2009 veremos las consecuencias de la estrategia radical de López Obrador: el PRD, o lo que quede de él, tendrá una baja sensible en la votación, pero ello seguramente radicalizará más a los radicales. Este no es el mejor escenario ni para la izquierda ni para el país.

¿Tendremos alguna vez una izquierda que deje de pensar en las derrotas del pasado y comience a pensar en las victorias del futuro? ¿Tendremos, en suma, un país que piense, por primera vez en su historia, en lo que nos puede dar el futuro y no en lo que se llevó el pasado? Yo también lo dudo…

jorge.chabat@cide.edu
Analista político e investigador del CIDE