Breves del fin de semana
Yo no sé qué espera la directiva de Pumas para echar a Ricardo Ferreti del banquillo y a los extranjeros inoperantes del club. Imagino que está deseando que nos instalemos con firmeza en el lugar que a día de hoy ocupan Puebla y Veracruz en la antesala del infierno, o bien, que para el siguiente torneo le hagamos los honores a las gallinas en eso de estar al fondo de la tabla general sin ver la luz al final del túnel. En fin.
Pues bien, ganaron los poblanos el duelo del orgullo y el odio regional. Yo creo que con este resultado está más que dictada la sentencia y el próximo semestre veremos a Veracruz disputar sus encuentros en los campos de Salamanca y de Ciudad Victoria contra los Petroleros y los Correcaminos. La verdad, se lo merecen. No su gente, claro, pero sí sus directivos y los gobernantes que quisieron meter sus manotas en lo que no les debería incumbir.
Guadalajara acaba de derrotar a las gallinas y éstas siguen instaladas en el peor de sus fiascos de toda su historia. El Atlético de Madrid se dejó empatar al final de su partido contra Valladolid y no termina por convencer dentro de su cuarto lugar de la liga española. El próximo miércoles juegan las selecciones de México y de China en Estados Unidos, en un partido que ni a los propios orientales les ha de interesar (lo suyo son las olimpiadas y el exterminio del Tíbet).
Bueno, en otro temas, me preocupa de sobremanera que las carteleras de los cines mexicanos (entiéndase esto por los de la Ciudad de México, claro), a estas alturas de la vida, es decir en abril de 2008, AÚN NO PRESENTAN EN SUS AVANCES AL FILME SHINE A LIGHT SOBRE LOS ROLLING STONES.
¿Nos pasará igual que en la gira Live Licks de 2002-2003? Es decir, que México quede fuera del tour y, en este caso, de la exhibición de la película. Espero fervientemente que no. Ya suficiente tenemos con los aquelarres que están armando las AMLO Army por las calles del D.F como para agregarle más fruta a la piñata.
Y hablando de este asunto, las tribunas del Congreso siguen tomadas. No deja de extrañarme que los perredistas y sus compinches del FAP (limón) estén sumamente preocupados por no permitir que el horroroso gobierno malo neoliberal le venda nuestro precioso petróleo a las arpías extranjeras, pero que no digan nada de su malograda elección interna que ya lleva más de tres semanas varadas en el peor de los cochineros posibles. O bien, que tanto se escuden en la democracia cuando eso de andar tomando por la fuerza las zonas de deliberación del Legislativo sea más cercano a los regímenes totalitarios.
No sé por qué, pero todo esto me recuerda mucho a esas imágenes de los debates del CGH que se celebraban a puerta cerrada y con alambre de púas de por medio entre la hinchada brava y los dizque líderes del movimiento. La fotografía de la Sra. Ibarra dormitando sobre las curules de Xicoténcatl y la escena del Sr. Monreal comiendo tacos en San Lázaro no hacen más que redefinir de manera incansable la palabra ridículo.
Hay tanto debate en los diarios sobre todo este aquelarre que es difícil seguir la pista a todas las opiniones. Claro, me refiero a las que valen la pena y no a esos jilgueros que se la pasan justificando cualquier sinsentido de esos tipos que actualmente tienen secuestrada a la izquierda de este país (tanto a la popular como a la exquisita, es decir al PRD y al PSD... ninguna de las dos se salva).
Sin embargo, aquí hay algo rescatable entre todo ese mar de tinta que, al ritmo que llevamos, amenaza con ser más abundante que el petróleo que supuestamente aún nos pertenece, pero que hay que ir a por él hasta los mismísimos aposentos de Neptuno.
Mientras tanto, seguiremos derritiéndonos en este calor de primavera atípico.
Adelante.
Las herencias del PRI
Jorge Chabat
Siete décadas de gobierno priísta han dejado herencias culturales y administrativas que impiden consolidar una transición democrática y que probablemente seguirán ejerciendo un peso importante en la vida nacional durante muchos años más.
Algunas de estas herencias están a la vista: sindicatos todopoderosos anclados en una legislación forjada en el corporativismo del régimen de partido hegemónico. Otras son más difíciles de percibir pues forman parte del marco mental de una parte de los mexicanos. Estas últimas son más perniciosas y más difíciles de erradicar, pues han sido asimiladas por una parte de la población desde la infancia y son prácticamente imposibles de cambiar.
Esta herencia cultural consiste en una visión autoritaria de la política que simplemente no puede conectarse con una perspectiva democrática. Este esquema mental tiene sus propios marcos de referencia.
Primero, la democracia no existe; es sólo una estratagema de las clases dominantes para explotar al pueblo. Por lo tanto, las leyes y las instituciones son sólo un instrumento de dominación de las clases dominantes (PRI, PAN y los que se junten en el camino). Segundo, el conflicto en la sociedad es antinatural. Por lo tanto, aquellos que tienen diferentes ideas a las propias son idiotas (en el mejor de los casos) o han sido comprados por el poder. Tercero, como la legalidad no existe, pues el poder manipula y viola las leyes constantemente, uno puede violar las leyes.
En todo caso, hay una moralidad alternativa a la del poder. La violación de las leyes se da por una causa superior. La única manera de enfrentar al poder ilegítimo y sus conspiraciones es por la acción directa. Muchas veces, violenta.
Este es el credo de un parte de la población que aprendió estos valores de un sistema educativo priísta que exaltaba (y sigue exaltando) la violencia como forma de cambiar a las sociedades y la unanimidad de la opinión como un valor superior, así como de una práctica gubernamental que se basaba, efectivamente, en el engaño, la represión (o sea, el uso ilegal de la fuerza pública), la conspiración y la manipulación. Este aprendizaje se refleja en algunos sectores de la izquierda, que curiosamente son los únicos que abiertamente reconocen su falta de fe en el credo democrático, así como en alguna parte del priísmo y en sectores conservadores, los cuales raramente expresan públicamente sus ideas antidemocráticas.
Sobra decir que la falta de fe en la democracia es el origen del desastre de las elecciones internas del PRD y es el telón de fondo de la protesta “pacífica” de las brigadas lopezobradoristas las cuales, como los “ladrones viejos”, tienen su propia moral: violamos la ley y bloqueamos el funcionamiento de las instituciones pero, eso sí, de manera pacífica.
Ciertamente un requisito fundamental para que funcione la democracia es que los actores se comporten de acuerdo a estas reglas, más allá de sus creencias personales. Si una parte de la población no funciona con la lógica democrática y no ve problema alguno en expresar abiertamente que no va a respetar la ley y que quien piensa diferente es un traidor a la patria, es obvio que el sistema democrático liberal no puede consolidarse.
Frente a este panorama, y partiendo del supuesto de que hay una parte importante de los mexicanos que creemos y queremos consolidar un sistema democrático, el Estado mexicano tiene que ejercer dos acciones básicas. Por un lado, debe incluir en las escuelas primarias la enseñanza de los valores básicos de la democracia, como la importancia del estado de derecho y la naturalidad de la diferencia de opinión, y dejar de exaltar a la violencia y a los violentos. Por otro lado, debe castigar cualquier violación a la ley, empezando por las propias.
Ciertamente parece tarea imposible, pero hay decenas de países en el mundo que han logrado que su población se comporte de acuerdo a los valores democráticos y que los actores políticos actúen de acuerdo a las reglas de la democracia liberal. No veo por qué los mexicanos no podamos hacerlo.
Analista político e investigador del CIDE
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