viernes, agosto 29, 2008

09.00 - 18.00

A veces trato de comparar lo que hacía en el Ministerio con lo que sucede dentro de esta oficina. Por ejemplo, los viernes.

Generalmente al salir me montaba los audífonos y el iPod, y me iba a dar esa larga y hermosa caminata desde Paseo de la Reforma hasta el Zócalo, con sus puntos intermedios en Juárez y Madero. Digamos que era como feliz viendo a la gente dirigirse a sus actividades de fin de semana, por ejemplo, embriagarse con los colegas, cenar con las amistades y fornicar con las parejas. Ese espíritu festivo que se notaba en el ambiente era bastante relajante. Los cafés y los bares comenzaban a desbordar a sus parroquias. Hasta las luces de los coches se veían lúdicas. Y lo mejor era que todo sucedía al ritmo que yo quisiera darle desde mi artilugio tecnológico.

En este lugar, como he escrito antes, se mantienen vigentes los horarios de la burocracia ochentera y de medianos de los noventa, es decir aquella que obliga al funcionariado a llegar a sus sitios de trabajo por ahí de las 10.00 o 10.30, salir a comer religiosamente a las 15.00, dedicar dos o hasta tres horas a dicha actividad y, finalmente, esperar las 20.30 - 21.00 para coger las cosas y huir.

Para ser honestos, me parece una pérdida de tiempo enorme este itinerario. ¿Para qué estar sólo cumpliendo lo que dentro de la jerga burocrática se conoce como hora-nalga? Es decir, cuando uno se tiene que quedar hasta tarde lo hace y ya. Pero no siempre sucede eso ni aquí ni en otros lados.

Pienso en esto y valoro un poco al ex presidente Ernesto Zedillo, el cual durante su administración (1994-2000) introdujo un cambio más o menos benéfico dentro de la Administración Pública Federal: el homologar los horarios de las oficinas públicas de 09.00 a 18.00 con una sola hora de comida.

En efecto, antes la APF era un buen catálogo de grillas y horas-nalga bajo el supuesto de que un horario que implique todo el día enclaustrado significa un manejo político eficiente. Patrañas. Entrar tarde genera indisciplina, tener de dos a tres horas de comida sólo le sirve a la gente que se dedica al golpeteo bajo la mesa o a los que viven cerca de las oficinas (uno puede aprovechar hasta para ejercer el ritual de la siesta) y salir tan tarde sin algo que lo jusfique sólo permite que jamás vuelvas a ver la luz de la tarde entre semana.

Zedillo tenía razón: de 09.00 a 18.00 se puede hacer un buen trabajo, sobre todo en aquellas áreas no estratégicas que deben estar pendientes la totalidad del tiempo. Pero las demás... Repito, cuando uno debe quedarse, ya sea hasta altas horas de la noche o hasta el próximo día, pues se queda. Pero estar aquí nada más papaloteando me parece improductivo.

En fin.