1701
Nada mejor para celebrar la entrada mil 701 a esta bitácora que hablar brevemente sobre el Premio Nobel de Literatura que darán mañana en el municipio de Estocolmo de Juárez.
Hay varios candidatos que ya despuntan. Uno de ellos es el norteamericano Philip Roth. Creo que es como que el más conocido entre los culturosos de este lado del planeta porque, por ejemplo, si pongo que también están nominados con fuertes posibilidades de triunfo Per Olof Enquist e Inger Christensen, sólo los más blufferos o los más mentirosos dirán que sí, que qué bueno, que se lo merecen por su gran obra creativa y por reflejar los más grandes desafíos de la lengua universal a principios del siglo XXI y etcétera.
La verdad, yo preferiría que se lo dieran a Mario Vargas Llosa o al propio Roth. Digo, tampoco estaría mal que fuese el mexicano Carlos Fuentes, sobre todo ahora que anda celebrando sus 80 años.
Sin embargo, estoy casi cierto que se lo darán a cualquiera de esos dos con nombres raros que escribí líneas arriba. La razón: a la Academia como que le gusta ponerse exquisita y darle el Premio a seres que en su casa (y en su editorial) conocen.
Lo malo es que luego por esas razones andan los culturosos mesoamericanos súper clavados comprando y leyendo esos libros que nunca jamás antes habían escuchado (y luego andan santificando y tirando netas como si fuesen los poseedores de la verdad).
Así que, desde aquí, la bitácora burocrática que es shampoo y acondicionador al mismo tiempo elevamos un grito hasta Escandinavia:
Vargas Llosa, Vargas Llosa, ¡ra, ra ra!
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