jueves, diciembre 04, 2008

Bullet the Red Sky

Un poco de pausa en esta carrera de locura hacia las vacaciones.

Me puse a leer algunas de las publicaciones que hice en este blog durante diciembre de 2003 a 2007. Creo que la constante es dar constancia de mi aversión a las celebraciones que se montan en los lugares de trabajo para despedir un ciclo más. Bueno, pues esta semana tuve que asistir a la primera por estos lares y pude comprobar que, así se trate del lugar más científico y laico y gratuito y autónomo y tal, a pesar de ello, ciertos usos y costumbres se repiten y son incombustibles a sesiones colegiadas.

Uno de ellos es el de la aparición de algunas personitas que creen que cantan como los ángeles y que son las primeras en darse a notar cuando aparecen los trovadores.

Por lo regular, estos especímenes tienen sobrepreso. Las canciones con las que se estremecen son aquellas que dan fe de lo mal que les ha ido en el amor a lo largo de su vida. Al principio dicen que no van a cantar porque tienen la garganta cerrada o por alguna otra razón de esa calaña. Sin embargo, más tarda en plantarse el trío a su lado que en empezar a berrear y a hacer esos largos --dizque-- falsetes que nos ayudarán a todos los demás a no dudar de que estamos ante Una Gran Cantante Aún No Descubierta. Siempre tratan de ser el centro de atención de la mesa y, cuando no lo logran, comienzan a desplegar todo su arsenal de supuesta simpatía (incluida la cantada) para volver a atraer los reflectores. Intentan mostrar una cara súper amable, súper cordial, súper segura de sí mismas y súper alegre, la cual sólo nos lleva a dudar más y más acerca de todas esas virtudes que la enaltecen.

Pero, a mi juicio, el momento culminante de esta clase de encuentros cercanos es cuando la personita en cuestión comienza a solicitar ex profeso algunas rolas para dar rienda suelta a sus impulsos megalomaníacos. Entonces, es cuando ponen cara de compungidas y sueltan la clásica pregunta de, eh, maestro, ¿no se sabe la de Cielo Rojo? Ahí ya se jodió todo.

Esa canción cuenta la historia de algún tipo que va caminando solo y sin el cariño de su contraparte amorosa. Algo pasa y va sufriendo mientras sueña en un cielo de ese color en el que él (o ella) transita de la mano de su amada (o amado). Por lo tanto, hay una parte de la interpretación basada en un largo falsete que sólo pueden salvar --dicen-- los que realmente cantan bien. Ya ni qué decir de cómo intentan lucirse los seres que busco describir en esta publicación.

Bueno, pues eso sucedió en la conmemoración referida. Y yo que pensaba que esta situación sólo la había conocido en reuniones familiares, en días de campo o en cantinas de mala muerte y no en un recinto del conocimiento y la cultura.

Además, otra cosa que noté fue que, a pesar de que algunas anden por la vida con banderas de radicales, ultras, pensantes, intelectuales, culturosos y comprometidos con las causas populares y justas, antineoliberales y tal, aún con todo eso, bien se estremecen con las rolitas más lacrimosas del Cancionero Picot Nacional.

Tal cual.