Lo peor ha pasado
En efecto, por fin ha pasado la parte más dura del vendaval de la víspera navideña. Bueno, eso aún sujeto a lo que pueda ocurrírseles a los autónomos en estos tres días y medio que faltan antes de arribar a la Tierra Prometida del parón navideño. Pero, aún con eso, es decir con la incertidumbre, lo más fuerte ya quedó atrás.
La verdad, estoy llegando casi a rastras a este fin de año. No es tanto por la complejidad de las labores, sino por una extraña y novedosa --para mí-- representación del estrés laboral. En efecto, aquí la angustia viene en otros empaques, la mayor parte de las veces intangibles y etéreos. Sé que esto no dirá nada a quien no sepa de qué va el asunto, pero es mejor así. No deja de parecerme intrigante saber por qué a un politólogo no le gusta la política.
En fin.
Lo bueno del tiempo es que es implacable ante todo y frente a todos.
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