martes, diciembre 09, 2008

Recta final

Bueno, después del temporal viene la calma, como dicen los que viven en la sabana y en la tundra.

El hermoso cielo azul que nos había estado acompañando por estos días en la ciudad se ha ido. Una gruesa nube gris y helada se ha instalado justo encima de nuestras cabezas. El invierno reclama atención en esta recta final.

En general, me gusta el frío. Después de haber pasado muchas temporadas en el pueblo poblano, con frío serrano y lluvia intermitente e incombustible, creo que he desarrollado algunas capacidades para sortearlo. Sin embargo, como buen habitante del trópico mesomericano, demasiado frío ya es cosa distinta. Afortunadamente en México y en su capital el invierno, el verdadero, sólo dura una o dos semanas por año.

Aquí en la oficina poco a poco vamos espabilando después del momento climático de diciembre. Ahora sólo queda afrontar la clásica comida anual y, después, instalarnos en esa costumbre navideña y poco sincera de desearse lo mejor para la temporada por venir y ya. Los pequeños pasos que aún restan antes de sentirnos totalmente liberados y con toda una vida por vivir hasta enero de 2009.

2009. Uf. Escribo el número que representará al siguiente ciclo y siento un poco de escalofrío. Dos mil nueve. Vaya.

Para hacer un poco más pasadero este mediodía he puesto a Aerosmith en iTunes. Me gusta. Aunque creo que han abusado del recurso fácil de la balada rockera que tantos buenos divididendos les ha dado a últimas fechas.

Un año más que llega a su fin y que pronto nos conducirá a realizar otro examen de conciencia. En mi caso no tengo nada que reprochar a 2008. Ha sido generoso y noble conmigo (nada comparable a 2007, El Año Cabrón). Sin embargo, sí hay un punto que comienza a generarme alertas amarillas: el de reproducirme o no en el corto plazo.

En efecto, tener descendencia es algo que, hasta ahora, me había sido totalmente indiferente pese a los embates sociales de familiares y conocidos que, ante la noticia de que uno ya es casado, salen con la típica pregunta de que para cuándo viene el heredero. Francamente, tener críos chillones, meones y tragones no había sido algo que me llamara la atención. Pero...

Creo que 2009 traerá varias definiciones cruciales para la existencia futura, por ejemplo, el de mi contribución para la preservación de la especie. En general, no es que deteste a los críos (espero que al menos al mío no). Pienso que nuestro sentido nihilista se ve francamente amenazado ante la aparición de un ser que reclama para sí toda la atención y todos los recursos. Además, luego veo a las mamás jóvenes con sus vástagos en centros comerciales, plazas y calles y me digo, Señor, por favor no permitas que yo repita los mismos errores que estos tipos con sus hijos. También le pido que no me haga proyectarme en mis descendientes para intentar ser en él o ella lo que yo mismo no pude ser en mi época.

Además, los bebés tampoco son así como muy hermosos per se. En ocasiones he tenido que coserme la boca para no dar mis opiniones reales ante críos horribles, mal educados y berrinchudos que, según sus madres, son la mar de simpáticos y hermosos. Por favor. Creo que en este mundo no hay nada más duro de roer que a una madre hablando maravillas de su bodoque. Ni a los tíos. Ni a las primas. Hombre. Digo, está bien que el amor aflore, lo que pido es un poco de sensatez y de espíritu mesurado al momento de referirse a cualquier ser, incluido los bebés.

En fin.

Creo que el bajón laboral me lleva a este tipo de reflexiones mafufas y cutres.






1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

La preservación de la especie es un instinto primitivo y egoísta que va más allá del deseo de que un ser "sangre de mi sangre" haga lo que yo no pude. Con el mundo como está y el desastre ecológico y humano que asoma, más miedo me da pensar qué mundo vivirán esos críos cuando tengan 20, que lo horribles, berrinchudos y mal educados que puedan ser ahora o siempre.
Hay que pensarla 5 veces...

diciembre 09, 2008 4:37 p.m.  

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1 comentarios

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