martes, marzo 24, 2009

"Mentimos feroz y descomunalmente"

Entrevista a Santiago Roncagliolo
WINSTON MANRIQUE SABOGAL

En su octavo libro, Santiago Roncagliolo ha vuelto a los albores de su mundo literario. A aquellos días de incertidumbre y sueños de inmigrante y escritor entre los árboles del Parque del Oeste y el Templo de Debod de Madrid, cuando en 2002 se topó con la historia que habría de titular Memorias de una dama, un trampantojo de la realidad y de la ficción donde antes de la verdad está la mentira y el simulacro. Ha vuelto para rescatar esta novela siete libros después, con éxitos como Abril Rojo (Premio Alfaguara 2006), una boda, una casa en Barcelona y una alegría inimaginable de diez meses de nombre Mateo.

Memorias de una dama (Alfaguara) está poblada de emigrantes y cuenta tres historias que se trenzan hasta ser una sola, en tres niveles narrativos: comedia de un álter ego de Roncagliolo en sus días de peripecias como inmigrante; drama histórico del Caribe del siglo XX a través de una aristócrata cuya fortuna procede de la Mafia y vínculos con las dictaduras de Trujillo, en República Dominicana, y Batista, en Cuba; y sátira y trastienda de la literatura. Un casino literario donde los personajes juegan sus fichas y el querer ser usurpa al verdadero ser.

"¡Me encantan los farsantes! Y mientras todos en una novela normal deberían alcanzar el sueño y ser felices, aquí lo logran pero no son felices", advierte Roncagliolo (Lima, 1975), que ni siquiera a las nueve de la noche del final de un día de entrevistas en Madrid se puede desprender de ese rostro adolescente siempre a punto de sonreír. Vestido de azules y con una copa de vino blanco, se acomoda en un sillón casi níveo en una sala vacía suavemente iluminada.

PREGUNTA. ¿Cuándo y dónde empieza la verdad en una novela?

RESPUESTA. (Risas). ¡No tengo la menor idea! Precisamente de eso habla esta novela. Tampoco tengo claro dónde empieza la verdad en las verdaderas historias de la gente. Desde La cuarta espada (la historia de Abimael Guzmán) venía pensando en la idea de que cuando alguien te cuenta la historia de otra persona cada uno tiene su versión, incluso contradictorias. Fue algo que me impactó y animó a hacer esta novela. La idea de que todo lo que consideramos verdad también suele ser mentira; incluso en la Historia, en la política. Lo vemos ahora con el análisis financiero, que parecía totalmente numérico y objetivo, pero que resultó ser una gran mentira también. Me interesaba jugar con esa extraña y delgada línea roja entre la verdad y lo falso.

P. La novela está poblada de impostores, empezando por el aspirante a escritor contratado para contar la vida de una millonaria anciana dominicana.

R. Hay algo que les pasa a mis personajes en otros libros también, y es que ellos no entienden muy bien qué es lo que la vida espera de ellos. Y tratan de ser lo que la vida les pide. El padre de Diana, la protagonista, si tiene que ser fascista, lo es, si hay que estar con la CIA, también, es lo que haga falta.

P. Al árbol que más sombra dé.

R. Y en momentos turbulentos los árboles se multiplican y las sombras cambian muy rápido según la hora del día. Eso le pasa al mafioso, al escritor... La única que siempre ha tratado de ser la misma es Diana, que ha intentado ver la vida como un dechado de glamour y fiestas hasta que el biógrafo la confronta con la verdad. Todos saben que son impostores menos ella. Cuando lo descubre quiere dejar de ser una impostora, al menos al final de su vida.

P. Es una especie de prototipo. ¿Qué lleva a la gente a enmascarar sus vidas?

R. Porque gustamos cuando somos bonitos. Cuando somos jóvenes. Cuando somos ricos. Cuando somos exitosos. Vivimos fingiendo que somos mejores y engordamos el currículo y disimulamos nuestros defectos para ligar; y disimulamos nuestras verdaderas simpatías cuando alguien nos puede servir para algo. Mentimos constante, feroz y descomunalmente. Precisamente por eso en la literatura nos gustan los perdedores. Esta novela, de alguna manera, va de perdedores, y nos gustan porque alimentan a ese pequeño perdedor que no podemos sacar a pasear y que nadie quiere ver y que encuentra en algunas novelas un alma gemela.

Y Roncagliolo sube las cejas y abre los brazos como diciendo: "Es lo que hay". Se reacomoda en el sillón y la pequeña caperuza blanca de la lámpara de lectura parece vestirlo con uno de esos distinguidos sombreros de Fez. Justo antes de que hable del papel del Caribe en el siglo XX y de las raíces corruptas del presente latinoamericano que rastrea a partir del padre de Diana, un "Rasputín del trópico con sangre italiana".

P. Una muestra de la clase política que ha saqueado América Latina, y que como usted dice, "luego ha devorado a sus hijos".

R. Es un ejemplo de lo que quería mostrar. Hace un siglo no eran los latinoamericanos los que emigraban a Europa, sino los europeos los que iban a América. Por los devaneos de la Historia, a muchos les tocó adaptarse a las circunstancias políticas, de mafias, lo que sea. América les da su sueño.

P. República Dominicana con Trujillo, Cuba con Batista, la Cosa Nostra, la CIA, la Mafia italoamericana, ¿qué conclusión saca de la realidad política, al menos caribeña, y de las dictaduras latinoamericanas?

R. Siempre me han desilusionado la Dominicana y Cuba porque son como dos gemelas opuestas. Vivieron dos historias distintas, tomaron decisiones distintas y ahora las ves y son físicamente distintas. Pero lo que más me interesaba no era la relación con América Latina sino el efecto de Europa en el continente. Llega Mussolini, en Italia, y Hitler, en Alemania, y las islas del Caribe tienen que ver cómo acomodan sus piezas en el tablero entre Estados Unidos y los fascistas. Al principio no hay problema, luego la figura cambia y muchos de los que apoyaban caen en desgracia para Estados Unidos, luego éste negocia con la Mafia para entrar en Italia y manda a los mafiosos a Cuba, un momento delirante en la historia y de la Mafia que recoge El Padrino; y después Estados Unidos decide que no puede respaldar que entren en Cuba y es cuando la CIA empieza a eliminar a la Mafia, o por lo menos a disimular. Me interesaba cómo todo esto que sucede en Europa y Estados Unidos rebota en el Caribe. El mundo ya estaba globalizado. Si se va Trujillo es porque no quieren correr el riesgo de otro Batista y, por tanto, otro Castro. Estados Unidos deja que lo maten. Y todas estas historias que los latinoamericanos creemos que son historias latinoamericanas son parte de la historia europea y estadounidense. Por eso me pareció interesante ese momento de la mitad del siglo XX.

P. Se ha escrito mucho sobre los entresijos de la Mafia, la corrupción política y las dictaduras en América Latina. ¿Ha madurado el continente?

R. Muchísimo.

P. Pero las encuestas dicen que los latinoamericanos prefieren un golpe militar o una dictadura para solucionar problemas.

R. Tampoco nos engañemos, no es una cuestión de madurez. Las democracias no funcionan si la gente no vive bien. Las democracias duran sin ningún tipo de disturbio en los países donde hay una distribución de la renta justa y todos están contentos. Donde pierdes más si te cargas la democracia que si la dejas estar. Sin embargo, en América ya no hay golpes de Estado, aunque hay países donde la mitad de la población vive por debajo de la línea de la pobreza. También porque si tú quieres cambiar al Gobierno ya puedes votar a candidatos diferentes. Hace 30 años, decías las cosas que dice Hugo Chávez o Evo Morales y ni llegabas a las elecciones, ahora puedes ganarlas.

P. ¿Qué ha pasado para este cambio en una década, incluso con personajes con tics no muy democráticos?

R. Ha pasado que puedes votar tanto en Venezuela como en Colombia por un autoritario democráticamente. Es una paradoja. Puedes votar por alguien que transgrede ciertas normas, pero lo legitimas mediante el voto, y eso implica una cultura democrática, que ya no hay gente diciendo "cárgate al Gobierno y haz otro", sino: "Vamos a votar por ti y vamos a ir controlando tu autoritarismo". Eso no es un fenómeno raro. Lo raro es Europa. Ocurre en países del ex bloque soviético, África y América. Para que una democracia se consolide, la gente tiene que vivir bien, en el proceso dan una especie de cheque en blanco con límites y van votando; a su manera, implica un desarrollo respecto a las dictaduras bestias del siglo pasado.

P. ¿Hasta qué punto se manipula la Historia?

R. Contar una historia es manipular hechos. Cuesta admitirlo porque supone escuchar a quienes piensan distinto de nosotros, pero todos compramos y vendemos historias manipuladas a nuestro gusto. Compramos el periódico de gente que piensa como nosotros, cuando lo inteligente sería comprar el de los opuestos para contrastar. Compramos lo que queremos oír para ir fortaleciendo nuestra mentira particular.

P. Y volvemos al principio.

R. Sí. ¡Todo es mentira! Me gusta este trabajo de escritor porque eres un mentiroso honesto. Por lo menos, tus mentiras salen con el membrete: "Esto es mentira".

P. En Memorias de una dama, el escritor busca desesperadamente a un autor que le escriba una frase para la fajita del libro, ¿a quién se lo pediría usted?

R. Ummm... Pues al narrador de la novela que tiene mucha maña. Él podría firmarlo con otro nombre.

P. Con qué nombre.

R. ...Martin Amis. Sí, Amis sería una buena fajita. Sería divertida.