jueves, febrero 24, 2005

Estos días

Voy a saltar adentro tuyo, comiéndome de a poco tu orgullo.
Charly García


I.

Mi esposa y yo estamos en la búsqueda de un departamento. Recién casados en el proceso de echar raíces. Para tal efecto, hemos comprado el diario religiosamente los domingos, hemos encerrado en círculos fosforescentes las ofertas que nos llaman la atención, hemos recorrido las zonas en las que se dispararó la oferta de vivienda con n desarrollos habitacionales, hemos hecho llamadas con "agentes de ventas" y "asesores financieros" (eufemismos que usan las empresas constructoras y de bienes raíces para denominar a sus vendedores comunes), hemos concertado citas, hemos ido a ellas y, por extraño que haya parecido, en una de esas reuniones llegamos a un pre-acuerdo con el vendedor de esa empresa que se llama Baita: un bonito y digno piso que poco o casi nada tenía que ver con los horrendos edificios infonaviteros de las orillas de la ciudad. Aunque sí había un rasgo compartido por ambos productos: se podía liquidar en su totalidad con tal apoyo gubernamental. Parecía la gloria. Muy bueno para ser verdad.

A pocos días de la firma del contrato (en donde deberíamos ya comenzar a desembolar dinero en efectivo) hemos recibido la llamada de un nuevo agente de tal constructora: no es posible comprar bajo el esquema del cien por cien de Infonavit, sólo se puede hacer mediante el co-financiamiento. Tal situación no es más que hipotecar con un banco privado el pago de tu vivienda a futuro.

Maldita sea. Todo ha sido un engaño. Hemos sido enganchados bajo una oferta inicial que no se ha sostenido. Es decir, la publicidad del diario dominical, la propuesta del vendedor y el papel que firmamos para apartar el piso son irreales. ¿Por qué? Bueno, pues porque al final el esquema no es el que se nos propuso, sino el que ellos quieren que sea.

La justificación que han dado es que el constructor no puede esperar los meses que el Infonavit tarda en dar el dinero en efectivo (lo cual puede abarcar entre ocho y diez meses, según). Entonces, la opción es dinero fácil, rápido, sí, claro, pero también condiciones menos ventajosas para el pago. A diferencia de la institución gubernamental, los bancos pueden quitarte tu piso si fallas al pago de menores cantidades de mensualidades (pensando en una supuesta pérdida de capacidad de liquidez) y, en caso contrario, pueden cobrarte interés sobre interés. No tengo que decirles a ustedes que los bancos siempre, siempre, siempre quieren ganar y, por supuesto, nunca pierden. Ejemplos sobran. Por eso decidimos el Infonavit. Algo así como una romántica utopía de despreciar al libre mercado y seguir los últimos reductos del Welfare State.

De hecho, si hubiésemos querido comprar en co-financiamiento hubiésemos escogido otro desarrollo cercano, más barato por cierto, pero que no ha sido de nuestro agrado. Entonces, la pregunta simple y contundente es: ¿por qué meternos con el banco si no queremos hacerlo?

No sé si la institución pública Infonavit esté en crisis o en franca quiebra financiera. Es posible dada la carencia sistemática de recursos en este país. Sin embargo, la mayoría de los trabajadores de la iniciativa privada aportan algo a sus cuentas. Entonces, ¿por qué forzar a que sólo sea bajo el amparo de los bancos --quienes no poseen ahora la legitimidad necesaria para imponer condiciones ante nosotros-- como puedas aspirar a adquirir una vivienda propia? Aunado a lo anterior, mi crédito como parte del funcionariado de este país, el Fovissste, tiene la simpática peculiaridad de que sólo se obtiene una vez al año y por medio de un sorteo. Es decir, puedes esperar sentado y fumando a que te lo otorgue el Estado.

Así que ya lo saben: al parecer este país condena a su clase media a nunca poder trascender del simple y llano pago de rentas y pensiones para alcanzar un bien inmueble propio. Todo tiene que pasar por los bancos, usureros y abusivos como suelen ser. Si quieres comprar algo propio debes ahorrar para comprarlo en efectivo o para arriesgarte a contratar una hipoteca.

Puedes calcular: si ganas seis mil pesos al mes y puedes ahorrar 500 pesos, tardarías 100 años en juntar 600 mil pesos, precio promedio de las viviendas en la actualidad. Pero como para ese lejano año ya habrán subido, pues tus próximas generaciones se encargarán --algún día-- de cortar el listón inaugural de tu depa.

El Estado no puede asegurarte que tu vivienda sea producto de tu ahorro de años, a no ser que quieras hacerlo en algún kilómetro lejano de alguna de las carreteras que unen a las capitales estatales cercanas en espacios de menos de 45 metros cuadrados.

El sueño que nuestros padres vivieron al comprar su propia casa es para esta generación eso, un sueño. Pregúntenselo a la joven clase media mexicana que sólo ha transitado por innumerables crisis económicas y existenciales desde que tiene memoria.



II.

La nota que ahora anexaré me ha recordado un pasaje de la vida pasada. En alguna conmemoración de un aniversario dos de mis colegas y yo salíamos de un bar de la colonia Juárez hacia otro tomando la avenida Reforma en la madrugada. En eso nos encontramos de frente con algunos extranjeros. Sabíamos que eran extranjeros por su apariencia blonda y su ininteligible discurso. Arropados por el abrijo de vodka y cerveza que traíamos encima comenzamos a decirles algo así como fuck off, get away foreigners y ya en castellano frases como México para los mexicanos y Fuera extranjeros. La cúspide la alcanzamos cuando en un arranque de regionalismo con tintes de marca patito comenzamos a espetarles frases que nos sabemos en náhuatl. ¡Ce ome yeye nahue macuiule chiquinahue! Ja ja, ¿qué tal? Los tipos sólo nos miraron como preguntando y ora qué con estos locales.

Pero también me ha recordado otra anécodta que me contó mi colega el Burócrata Justiniano. Según su versión, unos ex compañeros suyos de la preparatoria se organizaron para ir a una sinagoga de Polanco a aventar jabones al interior durante su servicio religioso al grito de ¡ahí están sus abuelos, pinches judíos!

Ah, pero también rememoro una nota vieja de un partido de fútbol de la selección polaca en la que debutó un jugador brasileño naturalizado. Al momento de saltar al césped, la hinchada ultra de ese país ex socialista comenzó a lanzar bananas al campo y a realizar sonidos guturales de primate.

Ergo, el racismo y el nacionalismo son siempre dadivoso y fértil campo en el que todo mundo puede caer por accidente, o bien, por simple y gustosa conveniencia y satisfacción. Es decir, no me vengan con esos sentimentaleros discursos políticamente correctos: una buena parte de la gente es ultra cuando lo desea. Casi todos tenemos un pequeño Mussolini del Mayab en nuestras entrañas.

Como ha afirmado Lorenzo Meyer, lo que existe en México --y en otras latitudes-- es más nacionalismo que patriotismo, es decir no hay tanto ese amor por lo propio sin cerrarse a lo extraño, sino que existe un sentimiento de agresividad permanente y siempre acequible que sólo se maquilla por el qué dirán y por una opinión pública contenida e hipócritamente correcta (al menos en teoría).

Tomadlo en cuenta.


Sufre Marigol insultos racistas en España

Denuncia la jugadora mexicana que en el estadio de Huelva recibió insultos como “mexicana pata rajada, mono y piojosa”; indica que le gusta responder con goles y besos

Redacción
El Universalon line
Ciudad de México
Jueves 24 de febrero de 2005

10:50 La delantera mexicana Maribel Domínguez denunció que en el estadio de Huelva, sede del equipo Estudiantes, fue objeto de insultos racistas por parte del público asistente durante el partido de la fecha 18 de la Superliga de futbol femenil español.


En entrevista con el programa Hoy por hoy de W Radio, la mexicana señaló que la gente de ese estadio le gritó "mexicana pata rajada, mono y piojosa".

El pasado mes de diciembre, la Comisión de Disciplina de la Federación Internacional de Futbol (FIFA) multó a la Federación Española (FEF) con 100 mil francos suizos (unos 65 mil euros) por los incidentes racistas ocurridos en el amistoso España-Inglaterra, jugado el 17 de noviembre en el estadio Santiago Bernabéu.

En esa ocasión el público gritó y realizó ademanes como monos cuando un jugador de color tocaba la pelota.

La goleadora expresó, ya con un acento español, que "le duelen" ese tipo de expresiones, pero que le gusta responder con goles.

“No se dan cuenta que vine aquí para que el futbol crezca... Meto un gol y voy hasta donde estaban ellos y les mando un beso, así respondo... Solamente en esa cancha es donde me han dicho muchas cosas”, dijo la mexicana.



III.

Loco, ¿no te sobra una moneda?