¿Racismo? (¿y en La Comarca?)
Me parece un poco menos que ridículo que muchos medios de comunicación mexicanos se estén rasgando las vestiduras por el supuesto caso de "racismo" ocurrido hace unos días durante el partido Santos versus Monterrey en el Estadio Corona de Torreón.
Según el parte noticioso, un sector de la hinchada de Santos dirigió insultos racistas a un defensor de Monterrey (negro él, por cierto). Desconozco qué ofensas pudieron haberle dicho, lo reconozco. Pero imagino que fueron algunos sonidos de mono o algo por el estilo. Esto originó la protesta del club norteño y, después de largas y sesudas sesiones en la Federación, tomaron la decisión de imponer una multa económica al otro club norteño. Lo anterior bajo el morbo de ver si los directivos nacionales aplicarían las sanciones sugeridas por la FIFA en estos casos, las cuales van desde quitar puntos hasta descender a las ligas inferiores a los equipos cuyas aficiones hagan tales actos en las gradas.
Bueno, hasta aquí todo bien. Sin embargo, ¿en verdad la afición mexicana es racista? En mi opinión, sí y no.
Es decir, sí porque los mexicanos somos racistas de origen. Digo, ya es hasta un lugar común decir que, aunque decimos que sí, que la tolerancia, que bla, bla, bla, en la práctica todos esos valores democráticos nos son totalmente intrascendentes. Ahí están las encuestas que realiza el Ministerio del Interior sobre cultura política y prácticas ciudadanas para demostrar esta afirmación. Pero también la respuesta es no porque, racistas, racistas, lo que se dice racistas, tampoco lo somos. Es decir, nuestras muestras más fuertes de tales actitudes se limitan a decir "pinche negro", "pinche naco" o hacer sonidos guturales de primate premoderno, sin llegar a lo que realmente es el racismo en sociedades más avanzadas como las europeas occidentales.
Resumiendo, somos racistas, sí, pero bastante naives.
Es como sucede en política. Dicen que el PAN es la ultraderecha. Bueno, eso de "ultraderecha" se me hace que es demasiado para un partido conservador light y mocho cauteloso. El concepto ultraderecha es tan respetable (y ojo con esto, lo digo en el sentido histórico del término) que dárselo a cualquier partido que ande prohibiendo el uso del condón es como abaratar demasiado algo que muchos realmente fascistas se tardaron tanto tiempo en construir. México, como afirmó algún día el gran Luis Buñuel, nunca será fascista por un aspecto clave de su genética: la corrupción.
Si el PAN realmente fuera ultra, hiperconservador y reaccionario, jamás, jamás, jamás de los jamases andaría prestándose a faramallas como esa de que su dirigente nacional saliera en los medios a decir, hey, ustedes, compañeros de partido, no voten por nuestros colores, voten por el PRI (tal y como sucedió en Chiapas).
Así las cosas, tranqui colegas. Racistas, sí. Derechas, sí. Pero de petatiux.
Y, por cierto, ¿quién decía algo cuando a Hugo Sánchez le gritaban a coro en el Vicente Calderón "indio, indio"?
¡Ah, los años ochenta! Cuando todavía no era un lugar común hablar de ombudsmans, derechos humanos y otras cosas exóticas para nosotros, los mesoamericanos...
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