(En el cine) No hay lugar para los débiles
Bueno, pues he ido a ver No country for old men (Ethan Coen y Joel Coen, 2007), el filme que ganó el premio a la mejor película este año según la Academia norteamericana.
Bien. Pero a secas. Es decir, todo el mundo se vuela la cabeza por el asesino personificado por Javier Bardem, pero a mí me ha podido más el cazador, el hombre sobre el que recae la mayor parte de la historia.
Será lo que sea, pero ese tipo de cine pretencioso de los Coen --que a muchos impresiona-- a mí no acaba por convencerme. En la universidad vi Fargo y salí con más cara de incertidumbre que con algún tipo de gozo estético. Ahora me ha sucedido algo similar. La historia es buena, repito (es de Cormac McCarthy, nuevo ídolo de los culturosos), pero cuando las luces se encienden uno se queda con la sensación de que, o la dimensión del arte es directamente proporcional a lo que no se puede entender, o bien, que alguien nos ha tomado el pelo.
En fin.
Lo único memorable de todo este asunto es la frase que un hombre mayor de edad pronunció al ver la sala semi-llena, pero con una gran cantidad de asientos apartados: no hay lugar para los débiles.
Tal cual.
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