Recuento del finde
Se casó el Héctor. Ganó México (la selección suramexicana de fútbol). Hizo mucho calor. Veamos.
Las bodas se están convirtiendo en el lugar de reencuentro por excelencia. Pongamos un escenario así: un grupo de colegas que se conocen desde chicos por su pertenencia a un mismo colegio y por haber convivido en un pueblo de menos de 100 mil habitantes durante varios años. Esos mismos chicos después toman caminos diferentes, ya sea escolares o laborales, pero se siguen frecuentando, de preferencia, en el mismo pueblo. Salen por la noche, beben juntos, de repente se montan algún proyectito interesante. Pasa el tiempo y las coincidencias se van diluyendo. Llegan externos, por ejemplo, novias y esposas, y factores como el trabajo y la distancia van haciendo lo suyo en el proceso de distanciamiento. Ya no es lo mismo llegar a las cuatro de la madrugada cuando en tu casa ya no están los padres, pero sí la pareja. Además, el cuerpo pregunta ¿salir esta noche?, para después contestarse ¡qué hueva! Así, los últimos resquicios para verse y departir son, de acuerdo a la experiencia, las bodas.
Después vendrán, creo, los baby showers y los bautizos o fiestas por los aniversarios de los críos que llegarán a repoblar (?) el planeta. Claro, no olvido que otra de las etapas de los reencuentros deberán pasar, necesariamente, por los funerales. Pero digamos que esos aún no debemos considerarlos en el corto ni mediano plazo. Ubiquémonos, entonces, en el aquí y ahora: la manera para volver a ver a tu generación son los enlaces matrimoniales. Y eso mismo sucedió este finde.
Los suramexicanos ganaron a unos que venían vestidos de rojos y que dicen que son parte de una asociación de fútbol de Centroamérica por dos goles a cero. El Azteca lleno, el presidente en el palco, mucha publicidad, mucho sol y una victoria que es como un tanque de oxígeno para el D.T. sueco Eriksson.
Los jilgueros de las televisoras abiertas, claro, vociferando y alzando los brazos al cielo para exhaltar a más no poder a los suramexicanos por haber logrado esa victoria. Sí, volvemos a ser los gigantes de Concakafka, los invencibles en Tenochtitlán, los únicos que podemos codearnos con la clase mundial. Ajá.
Desde mi punto de vista, el partido estaba como para ganar por cinco o seis goles de diferencia. Los rojitos con azulito no traían absolutamente nada. Creo que dicen que llegaban "invictos". Hombre, ¿pues con quién habrían jugado antes?, ¿con sus vecinitos de área?, ¿con islitas del Caribe? N.P.I. El punto es que México no jugó, repito, en mi opinión, nada del otro mundo y, de hecho, falló ene número de oportunidades de gol. Vaya manera de ser ineficientes a la hora de concretar estos suramexicanos. El equipo sigue esa lógica campirana que afirma que, las pequeñas victorias se logran, claro, después de miles de intentos fallidos. En fin. Al menos cayeron los tres primeros puntos de la clasificación a Suráfrica (peor están, por ejemplo, los peruanos, quienes ya fueron echados de la competición nada más y nada menos que por sus odiados chilenos, con quienes cayeron uno a tres en pleno campo Monumental de Lima).
Por cierto, lo mejor del encuentro fue, por un lado, ese inmenso grito de Nery-Nery por parte de la afición mexica, con lo cual la parroquia le daba una bofetada a esos ayatolas engreídos de los medios de comunicación y, por el otro, ver al líder de los ésos otros que vinieron a jugar alicaído por la derrota, ya que antes había estado bastante soberbio afirmando que nos iban a volver a ganar.
Bueno.
Así las cosas por el momento.
Como dirían los clásicos: seguiremos informando...
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