En la cama y en la cárcel...
Dicen que uno conoce a sus colegas cuando se encuentra postrado en cama, en especial en algún hospital, o cuando el brazo de la ley te ha conducido a la cárcel. Los que han ido a visitarte son aquellos a los que realmente le importas.
Bueno, pues algo parecido sucede en el caso de los países.
Ahora que México está siendo catalogado como apestado o como foco de infección planetario, deben destacarse dos actitudes inversamente diferentes.
En el primer caso están los países conocidos como Argentina, Perú y Cuba. Latinoamericanos todos ellos. Amigos, según, todos ellos. Compartimos el idioma, el arte, hasta una historia común. A los primeros los recibimos a raudales desde el golpe militar de la década de 1970. A día de hoy los puedes ver en la Condechi, en los campos de fútbol, en algunos antros y restaurantes. A los segundos también les hemos abierto los brazos. No me gustaría ahondar hasta dónde. A los terceros, hombre, ni se diga. Cuando todo el continente les dio la espalda, nosotros aún mantuvimos la relación incólume.
Y ahora, estos tres países le cierran la frontera a México. Vaya cosa.
Además de ridícula, la verdad, creo que esta medida haya servido de gran cosa. La gente ha decidido triangular sus viajes a México, lo cual ha resultado contraproducente: no hay vuelos directos al país, en efecto, pero sus habitantes siguen llegando desde aquí, sólo que a través de otras rutas, por lo cual se relajan sus mecanismos de seguridad en sus aeródromos.
En fin.
La segunda actitud que contrasta es la de China. Ayer enviaron un 747 con no sé cuántas toneladas de ayuda. Sí, quizás toda sea pirata (toda la mercancía que entra en esta categoría suele llegar de ese lado del planeta), pero el guiño es lo que cuenta.
Y con ellos ni idioma, ni historia, ni declaraciones, ni nada que nos una tanto como con los otros.
Guárdese en el disco duro de la existencia.
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