viernes, octubre 10, 2008

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Y, por cierto, el domingo también hay un buen recital en la ciudad: El Tri de Alex Lora y sus amigos cumple sus cuatro décadas, por lo que se van a montar un concierto de varias horas en el Palacio de los Deportes con invitados diversos entre los que están, qué tal, los mismísimos Ratones Paranóicos.

Digamos que yo crecí escuchando a El Tri. Un tiempo fui muy muy fan. Después como que me alejé. Ahora he regresado, con ciertas reservas, pero he vuelto. Pero que conste que para mí el tiempo de Lora y Cía. terminó por ahí de inicio de la década de 1990 con el álbum Indocumentado. Y nada más. Ya los discos nuevos no los he comprado ni lo haré. Ni aunque vengan en un disco mp3 de Producciones Barba Roja los incluiría en mi súper potente y nuevo iPod recagardo. No. Sus últimos trabajos me parecen totalmente prescindibles y, mejor así, me quedo con aquello que musicalizó mi tierna juventud en éxtasis en el pueblo poblano.

De hecho, hace aproximadamente dos meses fui con unos colegas a ver a este grupo al mismísimo palenque de feria de Tulancingo, Hgo. Suena extraño, pero así fue. Y antes, por ahí de agosto de 2007, El Año Cabrón, los había ido a ver a un terreno baldío de la feria de Zacatlán, Pue. Con esto El Tri se confirma como un grupo al que se le puede ver casi al mismo nivel que Ninel Conde o Los Barón de Apodaca. En fin.

Sin embargo, aún con todo y que la infumable Chela Lora sale y dizque canta y tal, y que el propio Lora convierta el concierto en una especie de show cómico-mágico-musical, con albures, gritos y comentarios como de abuelito incluidos, con todo y danzante del Zócalo que baile el rock con penacho y taparrabo, con todo y sus gags repetidos y gastados (¡que chingue a su madre el governator!), hay varios momentos en los que sí se estremece la piel y la conciencia, sobre todo cuando se acuerda que tiene buenas rolas en el catálogo y las toca para placer de aquellos que lo hemos seguido ya por varias décadas.

Uno de esos momentos fue, por ejemplo, cuando cantó Vicioso, la vieja rola del disco rojo en la que, más que decir que le gusta el rock y la mota y el reventón y el cotorreo locochón, se trata de una declaración de principios que lo acompañará hasta la tumba: "para mí la vida no vale nada sin el rock". Luego, otra canción que me pareció bastante decente fue Mujer diabólica con un arreglo como muy a lo stoniano, por lo que me agradó asaz. Claro, las clásicas Mente rockera y A.D.O., también como que prenden.

En fin.

Bastante conciertos en la ciudad para musicalizar la violenta vida mexicana de principios de siglo.